Esa sensación de no tener tus labios sobre los míos,
pero casi.
Esa sensación;
de no romper el avión de papel,
de darle alas e impulso;
de no lloriquearte por un lametón a destiempo;
de no prender la gasolina,
de sostener la llama en los dedos y no quemarnos;
de no rajarnos,
de aguantar el puñal al que le acompaña un beso curativo;
de no recordar lo aprendido,
de torcernos en vez de ir en línea recta
pero llegar antes
-y juntos-;
de no estar despierta,
pero casi.
Esa sensación de amarte,
eso sí,
eso del todo.
Amarte locamente.
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